Cuando los días son soleados y cálidos, a Diana
y a David les encanta andar en sus esquís a chorro en el lago, casi volando por
encima de la superficie del agua. Sin embargo, una mañana, el día estaba fresco
y bastante nublado, y Diana no podía convencer a su compañero de salir a
navegar. Entonces, fue sola. Hacía tanto frío que iba de un lado a otro del
lago tratando de mantenerse al sol para calentarse un poco. Sin embargo, cada
vez que llegaba a una zona soleada, las nubes se movían y aparecía la sombra.
Al darse cuenta de lo inútil y tonto que era buscar el sol, finalmente se
rindió, porque no conseguía lo que ella quería.
El rey Salomón hizo otra clase de búsqueda que
no pudo satisfacerlo (Eclesiastés 2:1). Ya en los primeros once versículos del
capítulo 2, menciona que fue tras la alegría, la risa, el vino, la sabiduría,
las casas, los jardines, el dinero, las posesiones y la música. Sin embargo, su
conclusión fue que «todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho
debajo del sol» (2:11). Esas búsquedas era inútiles, «vanidad de vanidades»
(1:2). Con sabiduría, concluyó diciendo: «Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos; porque esto es el todo del hombre» (12:13).
¿Estás persiguiendo algunas de las mismas cosas que buscó Salomón? Es una persecución inútil. Lo beneficioso y lo satisfactorio sólo procede de conocer y de obedecer a Dios.