Hace poco, mi amiga Marcia, directora de la
Escuela Cristiana para Sordos, en Jamaica, escribió sobre una manera importante
de ver las cosas. En un artículo titulado «Un bendito comienzo», señaló que,
por primera vez en siete años, la escuela empezó el nuevo año con un superávit.
¿Y cuál era ese superávit? ¿Dinero en el banco? No. ¿Provisiones suficientes
para todo el año? No. Simplemente, alimentos en la despensa para un mes.
Cuando uno está a cargo de alimentar con un
presupuesto ajustado a 30 niños hambrientos, ¡esto es muchísimo! Su nota iba
acompañada de este versículo de 1 Corintios 16:34: «Dad gracias al señor,
porque Él es bueno; porque para siempre es su misericordia» (lbla).
Año
tras año, Marcia confía en la provisión de Dios para los niños y el personal de
su escuela. Nunca tiene mucho de nada, sea agua, comida o artículos escolares.
Sin embargo, siempre está agradecida por lo que el Señor le envía, y continúa
creyendo fielmente en que Él seguirá proveyendo.
Al comenzar el nuevo año, ¿tenemos fe en que Dios proveerá? Si es así, estamos creyendo en las palabras de nuestro Salvador: «No os afanéis por vuestra vida […]. Así que, no os afanéis por el día de mañana» (Mateo 6:25, 34).
«La preocupación no le quita la tristeza al mañana; le quita al hoy su fortaleza». Corrie ten Boom (RBC)