Cuando un viento huracanado derrumbó
una parte de la cerca que rodea nuestra casa, mi primera reacción fue culpar al
hombre que la había colocado pocos meses antes. Tras un momento de reflexión,
me di cuenta de que la culpa era mía. Cuando estaba casi terminada, le dije al
constructor que no hacía falta reemplazar cuatro postes de la cerca anterior
con otros de cemento. «Solo fije la nueva cerca a los postes viejos —dije—.
Quedará bien». Así fue… hasta que llegó el viento.
Jesús narró una valiosa historia para
enfatizar la importancia de construir nuestra vida sobre el sólido fundamento
de obedecer su Palabra: «Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las
hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió
lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y
no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas
palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa
sobre la arena» (Mateo 7:24-26). Cuando el viento y la lluvia arrecian contra
las casas, solo queda en pie la que está edificada sobre la roca.
Oír la Palabra de Dios es esencial,
pero hacer lo que Él dice es la clave para sobrevivir a las tormentas de la
vida. Nunca es demasiado tarde para empezar a construir sobre la Roca.
Cuando el mundo se desmorona, Dios es la roca donde podemos afirmarnos. (RBC)