Entre los seguidores de Cristo en
Éfeso, algunos tenían más dinero que otros. Pablo le escribió a Timoteo, el
pastor de esa congregación: «A los ricos de este siglo manda que no sean
altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino
en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las
disfrutemos» (1 Timoteo 6:17). Pablo los instó a ser «ricos en buenas obras,
dadivosos, generosos» (v. 18).
Nuestra tendencia natural es aferrarnos
a lo que tenemos en vez de dar generosamente a quienes necesitan. El desafío de
las riquezas es vivir con un corazón agradecido a Dios y con manos abiertas a
los demás.
Vivimos por lo que ganamos, y disfrutamos de la vida por lo que damos. (RBC)