Mientras caminaba por el aeropuerto
O’Hare de Chicago, en Estados Unidos, algo me llamó la atención: el mensaje en
el sombrero de alguien que corría por los pasillos. En solo dos palabras,
declaraba: «Niega todo». Me pregunté qué significaba: ¿nunca admitas ser
culpable?, ¿prívate de los placeres y los lujos de la vida? Me quedé pensando
en el misterio de estos dos simples vocablos.
Simón Pedro, uno de los seguidores de
Jesús, negó algunas cosas. En un momento crítico, ¡negó tres veces conocer al
Señor! (Lucas 22:57, 58, 60). Esta acción, motivada por un gran temor, le
generó tanta culpa y desazón que, quebrantado ante su fracaso espiritual, lo
único que pudo hacer fue salir y llorar amargamente (v. 62).
Pero la negación de Pedro, así como
nuestros momentos de negatividad espiritual, nunca podrían disminuir la
compasión de Dios. El profeta Jeremías escribió: «Por la misericordia del Señor
no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son
cada mañana; grande es tu fidelidad» (Lamentaciones 3:22-23). Podemos cobrar
ánimo al pensar que, aunque fracasemos, ¡nuestro Dios fiel aplica sobre
nosotros su misericordia y compasión inalterables!
Nuestra imperfección resalta nuestra dependencia de la misericordia divina. (RBC)