«De ninguna manera ni por ningún medio, nada ni
nadie impedirá que lo haga». A menudo, oigo personas que manifiestan este tipo
de actitud cuando tienen una idea o ven una oportunidad que consideran buena y
provechosa. Invierten todos sus recursos para lograr el objetivo.
Para probar que esta manera de pensar puede ser
errónea, presentaré como testigo una asna que le pertenecía a un hombre llamado
Balaam.
Un rey vecino le ofreció a Balaam una tarea
rentable, y este le pidió permiso a Dios para aceptarla (Números 22). Cuando
Dios le dijo que no, los embajadores del rey mejoraron la oferta. Pensando que
el Señor podía cambiar de idea, aquel hombre volvió a preguntarle. Entonces,
Dios le permitió que fuera con ellos, pero con ciertas condiciones estrictas.
Conocía el corazón de Balaam y no le agradó; por eso, puso a su ángel en el
camino. El hombre no podía verlo, pero su asna sí. Cuando esta se negó a seguir
avanzando, Balaam se enojó con el animal por impedirle continuar el camino.
La historia de Balaam nos enseña que no hay que vencer todos los obstáculos. Dios coloca algunos para impedir que hagamos cosas insensatas. Cuando algo se interpone en nuestros planes, no debemos suponer que es Satanás el que trata de detenernos. Quizá sea Dios que intenta protegernos.