Un año, justo antes de Navidad, a una amiga le
diagnosticaron leucemia y le dijeron que debía empezar de inmediato la
quimioterapia. Solo unas semanas antes, Kim había comentado lo satisfecha y
bendecida que se sentía con una familia amorosa, una casa cómoda y un nieto
nuevo. Mientras entraba al hospital, le pidió a Jesús que la acompañara y le
hiciera sentir su presencia.
Los siete meses de tratamiento seguidos de una
recuperación en aislamiento parcial se convirtieron en una etapa que ella
denomina «ocio forzoso». Dice que aprendió a disminuir la velocidad, a
reflexionar en silencio y a descansar en la bondad, el amor y el plan perfecto
de Dios… independientemente de que se curara o no.
Kim adoptó para su vida una de las promesas de
Dios para Israel: «Pues el Señor tu Dios vive en medio de ti. Él es un poderoso
salvador. Se deleitará en ti con alegría. Con su amor calmará todos tus
temores. Se gozará por ti con cantos de alegría» (Sofonías 3:17 ntv).
La enfermedad de Kim está en remisión después
de una travesía que, según ella, le cambió la vida beneficiosamente. Ya de
vuelta en su activa rutina, suele hacer pausas para reflexionar en las
lecciones que aprendió durante el «ocio forzoso».
Tanto en los buenos tiempos como en los desafiantes, ¡qué importante es acercarnos al corazón amoroso de Dios para oír su voz y poner nuestra vida en sus manos!
Las personas están en el centro del corazón de Dios. (RBC)