Juan es un hombre humilde y analfabeto;
sin embargo, Dios lo utilizó para iniciar el proceso de paz en Mozambique. Su
nombre no se menciona en ningún documento oficial; lo único que hizo fue
organizar un encuentro entre dos de sus conocidos: el embajador de Kenia
Bethuel Kiplagat y un mozambiqueño. Pero esa presentación desencadenó los
acontecimientos que condujeron a un tratado de paz, después de diez años de
guerra civil.
Como resultado de esa experiencia, el
embajador Kiplagat aprendió lo importante que es respetar a todas las personas.
«Uno no desestima a la gente por ser inculta, por ser negra, por ser blanca,
por ser mujer, por ser vieja o joven. Todo encuentro es algo sagrado, y debemos
valorarlo —dijo el embajador. —Uno nunca sabe qué enseñanza puede haber allí».
La Biblia confirma que esto es cierto.
Naamán era un gran hombre en Siria cuando se enfermó de ese terrible mal que es
la lepra. Una joven sierva, a quien él había capturado, le dijo a su esposa que
el profeta Eliseo podía curarlo. Como Naamán estuvo dispuesto a prestarle
atención a esta humilde muchacha sirviente, se salvó de morir y llegó a conocer
al único Dios verdadero (2 Reyes 5:15).
El Señor suele hablarnos a través de
aquellos a quienes pocos están dispuestos a escuchar. Para oír a Dios,
asegúrate de escuchar a los humildes.