En el libro Cartas del diablo a su
sobrino, de C. S. Lewis, un demonio más experimentado insta a su pupilo a
desviar los pensamientos de un creyente, que están enfocados en Dios, y hacer
que se centre en las fallas de las personas que lo rodean en la iglesia.
Un domingo, durante una reunión, me
distraje y en cierto modo me enojé con una persona que cantaba fuerte y
desafinado, y que iba desfasada en las lecturas al unísono. Pero, cuando
inclinamos la cabeza para orar en silencio, me sacudió pensar que al Señor
probablemente le complaciera más el corazón de esa persona que los sentimientos
condenatorios que veía en el mío.
Pocos días después, estaba leyendo
Proverbios 8, y el versículo 13 me sacudió: «… la soberbia y la arrogancia, el
mal camino, y la boca perversa, aborrezco». En todo el capítulo, la sabiduría
nos llama a tener cordura (v. 5), y a hallar la vida y el favor de Dios (v.
35). La otra opción es ir por la vida con una actitud de superioridad mientras
vamos muriéndonos interiormente (v. 36).
El orgullo es una espada que hiere a la
persona que la usa y a aquellos contra quienes se emplea. La soberbia nos roba
todo lo que el Señor desea darnos; sin embargo, «riquezas, honra y vida son la
remuneración de la humildad y del temor del Señor» (Proverbios 22:4).