En su libro A Sweet and Bitter
Providence [Una dulce y amarga providencia], John Piper ofrece estos
pensamientos sobre la providencia y la guía de Dios: «La vida no es una línea
recta que nos guía de una bendición a otra y que, finalmente, nos lleva al
cielo. La vida es un camino sinuoso y complicado […]. Dios no solo aparece
después de los problemas para limpiar todo. Él está trazando el curso y
encargándose de los problemas con propósitos a largo plazo, para nuestro
beneficio y para la gloria de Jesucristo».
Los judíos que viajaban a Jerusalén
para las fiestas anuales (Deuteronomio 16:16) sabían con seguridad que el Señor
estaba trazando su curso y encargándose de los caminos sinuosos y complicados.
Expresaban esta certeza en el Salmo 121, la canción del peregrino. La pregunta
«¿de dónde vendrá mi socorro?» no manifestaba dudas, sino confianza en el Señor
que gobierna con soberanía (vv. 1-2). A diferencia de un guardia que a veces
dormita o del dios Baal que necesitaba que lo despertaran (1 Reyes 18:27), el
Señor está siempre alerta, y cuidó providencialmente a su pueblo durante el
viaje (vv. 3-4). El mismo Señor que había rescatado a Israel seguiría ayudando
y preservando a los suyos, y andando con ellos.
La vida es un camino sinuoso con
peligros y problemas desconocidos, pero podemos estar seguros de la
providencia, la seguridad y el cuidado de Dios.