Hace unos años, a la madre de una amiga
mía le diagnosticaron la enfermedad de Alzheimer. Desde entonces, Isabel se ha
visto obligada a tomar decisiones difíciles sobre su cuidado, y a menudo se le
rompe el corazón al ver que su vibrante y divertida mamá va perdiéndose
lentamente. Durante el proceso, mi amiga ha aprendido que el amor verdadero no
siempre es fácil ni conveniente.
El año pasado, después que su madre fue
hospitalizada durante un par de días, Isabel le escribió estas palabras a
algunos de sus amigos: «Aunque parezca raro, estoy muy agradecida por la
travesía que estoy viviendo con mi madre. Detrás de la pérdida de la memoria,
la confusión y la total impotencia, hay una persona hermosa que ama la vida y
está en completa paz. Estoy aprendiendo muchísimo sobre lo que significa el
amor verdadero, y aunque probablemente no hubiera pedido atravesar esta
situación ni las lágrimas y el dolor de corazón que la acompañan, no lo
cambiaría por nada».
La Biblia nos recuerda que el amor es
paciente y bondadoso. No busca lo suyo ni se enardece con facilidad. «Todo lo
sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Corintios 13:4-7).
El amor verdadero se originó con
nuestro Padre, quien nos dio el regalo de su Hijo. Al procurar mostrar su amor
a los demás, podemos seguir el ejemplo de Cristo, quien entregó su vida por
nosotros (1 Juan 3:16-18).