Una vez, invité a varias personas a mi
casa, y temí que el menú que había planeado no fuera suficiente para todos. Sin
embargo, no tendría que haberme preocupado. Inesperadamente, algunos amigos
hicieron sus aportes y todos pudimos disfrutar la sorpresa adicional. Tuvimos
más que suficiente y pudimos compartir de la abundancia.
Servimos a un Dios que es
permanentemente «más que suficiente». Podemos ver su naturaleza generosa en su
manera de amar a sus hijos.
En el Salmo 103, David enumera la gran
cantidad de beneficios que nuestro Padre nos concede. El versículo 4 declara
que libra nuestra vida de la destrucción y que nos corona de favores y
misericordias.
El apóstol Pablo nos recuerda que Dios
«nos ha bendecido con toda bendición espiritual» y que «es poderoso para
hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos» (Efesios
1:3; 3:20).
Por su gran amor, somos llamados hijos
de Dios (1 Juan 3:1), y su gracia nos da «siempre en todas las cosas todo lo
suficiente» para que «[abundemos] para toda buena obra» (2 Corintios 9:8).
El amor y la gracia de Dios que se han
derramado en nuestra vida nos capacitan para compartir estas cualidades con los
demás. ¡El Dios de poder y provisión es siempre el Señor del «más que
suficiente»!