Algunas personas se
sienten como una piedrita perdida en la inmensidad de una montaña. Pero, sin
importar cuán insignificantes nos consideremos, Dios puede utilizarnos de una
manera grandiosa.
En un sermón a
principios de 1968, Martin Luther King citó las palabras de Jesús en Marcos 10
sobre el servicio. Después, declaró: «Todos pueden ser grandes, porque todos
pueden servir. No necesitas tener un título profesional para hacerlo. No tienes
que ser capaz de hablar correctamente para servir. Tampoco hace falta que sepas
sobre Platón y Aristóteles […]. Lo único que necesitas es tener un corazón
lleno de compasión, un alma regenerada por el amor».
Cuando los discípulos
de Jesús discutían sobre quién ocuparía los lugares privilegiados en el cielo,
Él señaló: «… el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro
servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos.
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para
dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:43-45).
¿Y nosotros? ¿Tenemos el mismo concepto sobre la grandeza? ¿Servimos con alegría y realizamos tareas que tal vez pasen inadvertidas? ¿Nuestro propósito al servir es agradar al Señor o ganar el reconocimiento de los demás? Si estamos dispuestos a ser siervos, nuestra vida señalará a Aquel que es verdaderamente grande.
Lo pequeño hecho en el nombre de Dios es grande. (RBC)