El
árbol solitario en el terreno frente a mi oficina era un misterio. Se habían
podado hectáreas de árboles para que el agricultor pudiera cultivar maíz, pero
uno seguía en pie, con las ramas extendidas. Pronto el misterio del árbol sin
cortar se resolvió. Me enteré de que, tradicionalmente, los agricultores dejan
un solo árbol en pie para que ellos y sus animales tengan un lugar fresco donde
descansar durante el calor agobiante del verano.
A
veces, descubrimos que somos los únicos que sobrevivimos a algo y no sabemos
por qué. A los soldados que vuelven de la guerra y a los pacientes que han
superado una enfermedad difícil les cuesta entender por qué ellos sobrevivieron
y otros no.
El
Antiguo Testamento habla de un remanente de israelitas a quienes Dios perdonó
cuando la nación fue exiliada. Este grupo conservó la ley del Señor y, más
adelante, reconstruyó el templo (Esdras 9:9). El apóstol Pablo se refería a sí
mismo como parte del remanente divino (Romanos 11:1,5). Fue perdonado para
transformarse en mensajero de Dios a los gentiles (v. 13).
Si quedamos en pie mientras otros caen, levantemos las manos al cielo en adoración y extendamos los brazos para proveer sombra para los cansados. El Señor nos permite ser un árbol de reposo para los demás.