Nuestro
corazón bombea a un ritmo de 70 a 75 latidos por minuto. Aunque suele pesar
unos 300 gramos, un corazón saludable bombea unos 7.500 litros de sangre a
través de casi 100.000 kilómetros de vasos sanguíneos cada día, y genera
suficiente energía como para conducir un camión unos 30 kilómetros. En toda una
vida, es el equivalente a un viaje de ida y vuelta a la luna. Un corazón
saludable puede hacer cosas maravillosas. Por el contrario, si no funciona
bien, todo el cuerpo se resiente.
Lo
mismo podría decirse de nuestro «corazón espiritual». En la Escritura, el
corazón representa el centro de nuestras emociones, pensamientos y
razonamientos. Es el «centro de comando» de nuestra vida.
Por
eso, tiene mucho sentido que la Palabra aconseje: «Sobre toda cosa guardada,
guarda tu corazón» (Proverbios 4:23). No obstante, nos cuesta aceptar este
consejo. La vida siempre nos exige tiempo, energía y atención inmediata. En
comparación, tomarse el tiempo para escuchar la Palabra de Dios y hacer lo que
nos enseña quizá no parezca tan urgente. Tal vez no notemos las consecuencias
de este descuido de inmediato, pero con el tiempo, podemos llegar a experimentar
un paro cardíaco espiritual.
Doy gracias a Dios por habernos dado su Palabra. Necesitamos su ayuda para no descuidarla y para usarla a fin de alinear nuestro corazón con el suyo cada día.