«Muy bien, estas son las
reglas —dijo Marty—. Pueden hacer todo lo que quieran, donde quieran y cuando
quieran, hasta que alguien les diga que no».
Esas fueron las
instrucciones la primera vez que visitamos la casa del lago de nuestros amigos.
A Marty y a su esposa Lynn les encanta recibir visitas y darles libertad para
que disfruten. Cuando vimos el bote de vela junto a la bicicleta de agua al
lado del barco flotante, supimos que íbamos a divertirnos toda la tarde.
Marty nos dijo «no» una
sola vez: cuando vio que íbamos a darles de comer a los cisnes que nadaban a
nuestro lado. Sabía que si los alimentábamos una vez, después se volverían
agresivos si no seguíamos haciéndolo.
Adán y Eva vivían en un
lugar extraordinariamente hermoso, y también tenían muchísima libertad. Sin
embargo, cuando Dios dijo que no, se resistieron (Génesis 3). Les dijo que no
comieran de un determinado árbol, pero pensaron que ellos sabían más que Él.
Muchos de nosotros habríamos congeniado bien con Adán y Eva. A veces, no entendemos por qué nuestro Padre celestial dice «no». Cuando eso suceda, Él puede ayudarnos a comprender. Necesitamos entender que aun cuando nos niega algo, nos susurra al corazón: «Puedes confiar en mí. Yo sé qué es lo mejor».