El 6 de junio de 1944, el comandante supremo
aliado Dwight D. Eisenhower era el hombre más poderoso de la tierra. Bajo su
mando, el ejército anfibio más grande de todos los tiempos se preparaba para
liberar el continente europeo del dominio nazi. ¿Cómo pudo él comandar un
ejército tan inmenso? Parte de la respuesta puede vincularse con su notoria
capacidad para trabajar con distintas clases de personas.
Sin embargo, lo que muchos no saben es que Ike,
como se lo apodaba, no siempre se había llevado bien con la gente. Cuando era
muchacho, solía involucrarse en peleas escolares. Pero, felizmente, tenía una
madre que le enseñaba la Palabra de Dios. Una vez, mientras le vendaba las
manos después que él había tenido un arrebato de ira, ella citó Proverbios
16:32: «Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea
de su espíritu, que el que toma una ciudad». Años después, Eisenhower escribió:
«Al mirar atrás, siempre he considerado esa conversación como uno de los
momentos más valiosos de mi vida». Sin duda, al aprender a controlar su enojo,
Eisenhower fue capaz de trabajar eficazmente con otras personas.
Inevitablemente, cada uno de nosotros a veces se ve tentado a reaccionar en forma airada. No obstante, mediante la obra de Dios en nuestra vida, podemos aprender a controlar el enojo. ¿Qué mejor manera hay de influir a las personas que con un espíritu afable?