El día que Jack Borden cumplió 101 años, se
despertó a la 5 de la mañana, desayunó en abundancia y a las 6:30 ya estaba en
su estudio jurídico, listo para empezar a trabajar. Cuando le preguntaron cuál
era el secreto de su larga vida, el abogado en ejercicio sonrió y dijo
bromeando: «No morirse».
Pero la realidad va mucho más allá. El Sr.
Borden, dijo a David Casstevens, reportero del Star-Telegram de Fort Worth,
Texas: «Creo firmemente que Dios tiene Su mano sobretodo lo que sucede. Me está
dejando vivir por alguna razón. Trato de hacer las cosas que creo que Él quiere
que haga».
El sacerdote Esdras experimentó que «la buena
mano de Dios» estaba con él cuando encabezó un grupo de regreso a Jerusalén
para brindar liderazgo espiritual a los ex cautivos que estaban reedificando el
templo y la ciudad (Esdras 7:9-10). Esdras cobró fuerza y valor al saber que el
Señor estaba con él cada paso del camino. «Y yo, fortalecido por la mano de mi
Dios sobre mí, reuní a los principales de Israel para que subiesen conmigo» (v.
28).
Cuando vemos la mano de Dios en nuestra vida, esa experiencia hace brotar un profundo «gracias, Señor» y un creciente deseo de hacer lo que Él quiere que hagamos.