El historiador Casio Dion registró un
acontecimiento revelador de la vida del emperador romano Adriano, que gobernó
en 117–138 d.C.: «En una ocasión, cuando una mujer le hizo un pedido [a
Adriano] mientras pasaba por allí durante un viaje, al principio él le dijo:
“No tengo tiempo”; pero después, cuando ella exclamó, “entonces, deja de ser
emperador”, él se volvió y le concedió una audiencia».
¡Cuántas veces decimos o escuchamos decir:
«Ahora no, estoy ocupado» o «lo siento, pero no tengo tiempo»! Sin embargo,
nuestro Padre celestial, el Señor y Creador de todas las cosas, siempre tiene
tiempo para nosotros. El salmista escribió: «Los ojos de Jehová están sobre los
justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. […] Claman los justos, y Jehová
oye, y los libra de todas sus angustias» (Salmo 34:15,17).
Dios no es como el emperador o como un
ejecutivo ocupado que trata de evitar las interrupciones, sino que Su gozo,
como Padre, es escuchar a Sus hijos y responderles. «Cercano está Jehová a los
quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu» (v. 18).
La deducción final de Adriano fue: «Debo dedicarles tiempo a mis súbditos». El postulado inicial de Dios es: «Siempre tengo tiempo para los que acuden a mí». Cada vez que tengamos necesidad de hablar, el Señor estará dispuesto a escucharnos.