El Oleoducto Trans-Alaska recorre 1.280 km a
través de ese estado. Como se construyó en una zona de terremotos, los
ingenieros tuvieron que asegurarse de que el conducto soportara los temblores
de tierra. Entonces, se decidieron por una red de membranas deslizantes de
teflón para disminuir el impacto cuando el terreno se mueve debajo de las
cañerías. Quedaron encantados cuando llegó la primera gran prueba. En 2002, un
terremoto hizo que el suelo se desplazara unos 5,5 m hacia un costado. Las
membranas se movieron delicadamente para acomodarse al movimiento, sin dañar el
conducto. La clave fue la flexibilidad.
El conducto espiritual del creyente hacia el
cielo se construye sobre una firme confianza en Dios. Pero, si somos
inflexibles en cuanto a cómo esperamos que Él actúe, podemos incurrir en
problemas. En una crisis, cometeríamos el error de dejar de mirar al Señor para
centrarnos en nuestras circunstancias angustiosas. Deberíamos orar así: «Dios,
no entiendo por qué has permitido que ocurra esto, pero confío en que, al
final, me darás la salida, a pesar de todo lo que pasa a mi alrededor». El
salmista lo expresó maravillosamente: «… en ti ha confiado mi alma, […] hasta
que pasen los quebrantos» (Salmo 57:1).
Cuando la tierra parece moverse debajo de nosotros, seamos flexibles en las expectativas, pero confiemos firmemente en el amor y cuidado inconmovibles de Dios.
Dios puede posponer la respuesta o negar nuestro pedido, pero nunca defraudará nuestra confianza. (RBC)