En un popular libro para niños, Winnie the Pooh
observa a Kanga mientras esta se aleja saltando. Ojalá yo pudiera saltar así,
piensa. Algunos pueden y otros no. Así son las cosas.
Vemos que hombres y mujeres más jóvenes y más
habilidosos hacen cosas extraordinarias que nosotros no podemos hacer. Ellos
sí… nosotros no. Así son las cosas. Es fácil sentirse inútil cuando uno no
puede hacer lo que antes podía.
Es cierto que quizá no podamos «saltar» como
solíamos hacerlo, pero podemos amar y orar. Estas son actividades que el tiempo
y la experiencia nos han preparado para hacerlas bien.
El amor es el regalo más maravilloso que
tenemos para dar a Dios y los demás. No es un asunto intrascendente, ya que es
el medio por el cual cumplimos por completo nuestro deber para con Él y nuestro
prójimo. Que amemos a una persona puede parecer una acción insignificante, pero
el amor es el don más grandioso de todos (1 Corintios 13:13).
Además, podemos orar. Pablo instó a los
colosenses a «[perseverar] en la oración, velando en ella con acción de
gracias» (Colosenses 4:2). ¡Nuestras oraciones son una fuerza poderosa en el
universo!
Sin duda, el amor y la oración son obras poderosas, las más grandes que podamos realizar. ¿Por qué? Porque el Señor, que desea utilizarnos, es un Dios todopoderoso y con un amor ilimitado.
Dios derrama su amor en nuestro corazón para que fluya hacia los demás. (RBC)