A los
27 años de edad, Rembrandt pintó la escena Cristo en la tormenta en el mar de
Galilea, basada en la historia de Marcos 4. Con su distintivo contraste de luz
y sombra, el cuadro muestra un bote pequeño que corre peligro de ser destruido
por una furiosa tormenta. Mientras los discípulos luchan contra el viento y las
olas, Jesús permanece impasible. No obstante, lo más extraño es la presencia en
el bote de un décimo tercer discípulo, el cual, según los expertos en arte, se
parece a Rembrandt.
El
evangelio de Marcos describe la impresionante lección que los discípulos
aprendieron sobre quién es Jesús y lo que puede hacer. Mientras ellos trataban
desesperadamente de impedir que el bote se hundiera, Jesús dormía. ¿No le
importaba que estuvieran todos a punto de morir? (v. 38). Después que Jesús
calmó la tormenta (v. 39), les hizo esta aguda pregunta: «¿Por qué estáis así
amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?» (v. 40). Entonces, el temor en ellos
aumentó, y se gritaban unos a otros: «¿Quién es éste, que aun el viento y el
mar le obedecen?» (v. 41).
Nosotros podríamos ubicarnos en esta historia y descubrir, tal como lo hicieron los discípulos de Jesús, que Él revela su presencia, compasión y control en todas las tormentas de la vida.