La Biblia también habla de una sorprendente fuente de energía, proveniente de un alimento. Cuando Dios utilizó a Elías en el monte Carmelo, para hacer descender fuego del cielo, a este clímax espiritual le sucedió una etapa de persecución y melancolía. Ante la depresión de Elías, el Señor mandó un ángel para proveer comida, bebida y descanso para el agotado profeta. El poder sustentador de ese alimento celestial fue extraordinario: «Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios» (1 Reyes 19:8).
Así como precisamos alimentos para sustentar nuestra vida física, del mismo modo necesitamos nutrientes para nuestro andar espiritual. La Palabra de Dios es dulce «más que miel, y que la que destila del panal» (Salmo 19:10), y alimenta nuestra alma. Hace «sabio al sencillo» (v. 7) y provee nutrientes y también energía para el largo viaje de la vida. Dedica tiempo para alimentarte con ella.
Dios nos alimenta por medio de Su Palabra.(RBC)