El 10 de febrero de 1675, cincuenta familias
de las colinas de Lancaster, Massachusetts, temían una posible matanza a manos
de nativos norteamericanos. Joseph Rowlandson, el pastor puritano de la aldea,
estaba en Boston rogándole protección al gobernador, mientras su esposa Mary se
había quedado en casa con sus hijos. Al amanecer, los colonos fueron atacados.
Después de matar a algunos de ellos, se llevaron cautivos a Mary y a otros
sobrevivientes.
Los captores trataron a esta mujer tanto con
bondad como con crueldad. Los nativos norteamericanos, conscientes de la
religiosidad de los colonos, le dieron a ella una Biblia que habían confiscado.
Más tarde, Mary escribiría en sus memorias sobre la «bondad [de Dios] al poner
en mi mano tantos pasajes consoladores y apropiados de las Escrituras en medio
de mi desesperación». La Palabra de Dios fue su gran consuelo hasta que los
colonos la rescataron el 2 de mayo.
Cuando la nación de Judá esperaba ser llevada
cautiva por una potencia extranjera (Isaías 39:5-7), es probable que el pueblo
estuviera tremendamente desesperado. Pero aun en aquella horrible expectativa,
las palabras de Dios brindaron consuelo: «La palabra del Señor que has hablado
es buena» (v. 8).
¿Algunas circunstancias más allá de tu
control te han tomado cautivo? Si es así, lee la Palabra y medita en ella… y
experimenta el consuelo de Dios.
La Palabra de Dios es
la verdadera fuente de consuelo. (RBC)