“Las
dificultades pueden hacernos modificar nuestras perspectivas. Hace poco,
recordé esto mientras conversaba con una persona que estaba sufriendo: una
madre que, como mi esposa y yo, había perdido una hija adolescente en una
muerte repentina y sin preaviso.
Me dijo
que echaba terriblemente de menos a su hija y que le había dicho a Dios que le
daba la impresión de que estaba colgando en el aire y aferrada solamente con
las uñas. Con el tiempo, sintió que el Señor le recordaba que Su mano
protectora estaba junto a ella para sostenerla; que podía soltarse y que Él la
sujetaría”( D.B.– escritor americano).
Esta es una perspectiva más alentadora, ¿no
es verdad? Me recuerda que, cuando surgen dificultades y nos sentimos casi
incapaces de aferrarnos a nuestra fe, la situación no depende de nosotros, sino
de Dios que nos sostiene con Su mano poderosa. El Salmo 37:23-24 dice: «Por
Jehová son ordenados los pasos del hombre […]. Cuando el hombre cayere, no
quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano». Y el Salmo 63:8 declara:
«Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido».
En los momentos difíciles, podemos
preocuparnos tanto de nuestra función de «colgarnos de Dios» que olvidamos Su
promesa de que Él nos protegerá. No son nuestras uñas lo que nos sostiene, sino
Su mano amorosa y sustentadora.
Nadie está más seguro
que aquel a quien lo sostiene la mano de Dios. (RBC)