Cuando la crisis financiera mundial se
agudizó en el 2010, los ejecutivos de un banco internacional fueron
investigados por engañar a sus clientes en cuanto al riesgo que implicaban
ciertas inversiones que estaban promocionando. Aunque prometían un elevado
interés, la firma sabía que la inversión estaba destinada a fracasar y que
dejaría sin nada a quienes se adhirieran.
Engañar no es nada nuevo. Jesús describió a
Satanás como alguien que «no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad
en él. […] porque es mentiroso, y padre de mentira» (Juan 8:44). El enemigo de
nuestras almas nos dice: «Vivan solo para el hoy», aunque sabe que esto solo
producirá pérdidas eternas.
Por el contrario, Jesús no les ofreció a sus
discípulos una vida próspera y fácil, sino que los llamó al autosacrificio y a
identificarse con Él. Después de decirles que lo matarían y que resucitaría de
los muertos, declaró: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la
perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará» (Lucas
9:23-24).
Hay dos voces que nos dicen dónde invertir
nuestra vida. Es un negocio riesgoso seguir la voz equivocada.
Si nos aferramos a la
voluntad de Dios, no nos atraparán las mentiras. (RBC)