En los episodios de un antiguo programa
de televisión, un veterano teniente de policía siempre les decía esto a los
jóvenes oficiales antes de que salieran a la calle a cumplir sus tareas:
«¡Tengan cuidado ahí afuera!». Era, al mismo tiempo, un buen consejo y una
expresión de compasión, porque sabía lo que podía sucederles mientras cumplían
con su deber.
Jesús les advirtió a Sus seguidores de
algo similar, pero con términos aun más fuertes. Lucas 11 concluye en forma
inquietante con estas palabras: «… los escribas y los fariseos comenzaron a
estrecharle en gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas cosas» (v.
53). Después de ese relato, Lucas dice que, con compasión, Jesús instruyó a Sus
discípulos a tener cuidado («guardaos», 12:1), pero que no se preocuparan ni
atemorizaran (vv. 4-7, 22).
El Señor estaba prometiendo cuidarlos,
protegerlos y ocuparse de ellos cuando salieran al mundo. Les aseguró que, así
como se ocupaba de cosas pequeñas como las aves y los lirios, también cuidaría
a Su «manada pequeña» de creyentes (vv. 24-32).
No podemos saber el futuro, pero sí
estar seguros de esto: Independientemente de lo que acontezca, estamos bajo la
mirada amorosa, protectora y guardiana de nuestro gran Pastor, que es, además,
¡el Hijo de Dios!
Si Dios se ocupa de las flores y de los
pájaros, sin duda nos cuida a ti y a mí. (RBC)