En junio de 2011, cuando una desastrosa
inundación obligó a los habitantes de Minot, en Dakota del Norte, en los
Estados Unidos, a abandonar sus casas, la gente de la comunidad hizo lo que, al
parecer, le surgía naturalmente: ayudar a los que padecían necesidades.
Personas que vivían a más de una hora de distancia aparecían para ayudar sin
que se les hubiera pedido. Algunos les prestaron sus caravanas a aquellos que
habían perdido sus hogares y otros permitían que usaran sus garajes como
depósitos provisionales. Esa gente estaba demostrando qué significa ser buenos
prójimos.
Como seguidores de Cristo, ser un buen
vecino o prójimo (mostrar amor a los demás) debe surgir de nosotros de manera
natural (Mateo 22:39; Juan 13:35; 1 Juan 4:7-11). Aunque quizá no tengamos
oportunidad de responder de manera conmovedora ante un desastre natural, sí
podemos buscar formas de amar a aquellos que nos rodean. Para ser buenos
vecinos, podemos ser misericordiosos con los demás (Lucas 10:29-37), tratarlos
con justicia (Levítico 19:13-18; Santiago 2:1-8), decirles la verdad (Efesios
4:25) y perdonarlos por completo (Efesios 4:32; Colosenses 3:13).
Los creyentes en Cristo pueden ser los
mejores vecinos porque nuestro amor a los demás fluye de la vida del prójimo
supremo, Jesucristo, que nos amó y entregó su vida por nosotros.
La medida de nuestro amor a Dios es cuánto amamos a los demás. (RBC)