La fotógrafa Anne Geddes ha convertido
las fotos de bebés dormidos en una modalidad artística. Con ellas, provoca
sonrisas. No hay mejor imagen de paz que la de un niño dormido.
Pero, entre sueños ligeros durante el
día, y la noche, cuidar a los niños es una responsabilidad agotadora e
incesante. En su inocencia y entusiasmo, pueden meterse en situaciones
peligrosas en un segundo. Después de un día agitado disciplinando,
entreteniendo, protegiendo, alimentando, vistiendo, guiando y reconciliando
hermanos que se pelean, los padres están ansiosos por irse a dormir. En cuanto
se guardan los juguetes y se ponen los pijamas, el niño soñoliento se
tranquiliza, se acurruca con mamá o papá para que le relate una historia y,
finalmente, se duerme. Después, antes que los padres se acuesten, miran a sus
hijos otra vez para asegurarse de que todo esté en paz. La serena belleza de un
niño dormido hace que todas las frustraciones del día valgan la pena.
Las Escrituras señalan que el estado
ideal que Dios desea para sus hijos es la paz (Levítico 26:6); pero con suma
frecuencia, debido a nuestra inmadurez, nos metemos en problemas y provocamos
conflictos. Como los padres de niños pequeños, el Señor desea que nos cansemos
de hacer las cosas mal y que descansemos en la protección y el gozo de sus
caminos amorosos.
En la voluntad de Dios está nuestra paz. (RBC)