Josh Hamilton, jugador de béisbol de
los Texas Rangers ha luchado contra la drogadicción y el alcoholismo. Por eso,
cuando su equipo ganó la final de 2010, estaba preocupado por la celebración
después del juego. Admitió que, para alguien que está recuperándose del
alcoholismo, no es bueno estar en medio de una «lluvia» de champaña. Pero
sucedió algo hermoso. En vez de champaña, sus compañeros llenaron el vestuario
de gaseosa de jengibre, para que Hamilton pudiera participar de la fiesta. ¡Qué
cuadro maravilloso de sentido comunitario y de poner las necesidades de los
demás por encima de las propias!
Esto es lo que quiso decir Pablo cuando
les ordenó a los filipenses que consideraran a las otras personas más
importantes que ellos mismos (2:3-4). Estar unidos a Cristo hacía que los
creyentes de Filipos fueran miembros de la misma familia y les otorgaba un
vínculo especial. Por lo tanto, su actitud mutua debía expresarse de maneras
prácticas: unidad en amor, servicio sacrificial y atención para descubrir cómo socorrer
a los demás, aun cuando estos no se dieran cuenta de que necesitaban ayuda. La
motivación para esta clase de comportamiento cristiano normal es el ejemplo de
Jesucristo.
Tal como hicieron los compañeros de
equipo de Hamilton, llevemos mutuamente nuestras cargas. Cuando amamos sin
egoísmo a nuestros prójimos, expresamos nuestro amor a Dios.
El amor como el de Dios se ve en las buenas obras. (RBC)