En su libro Dios en el banquillo, C. S. Lewis
escribió: «Imagina que un grupo de personas vive en el mismo edificio. La mitad
piensa que es un hotel, y la otra cree que es una cárcel. Los que piensan que
es un hotel podrían considerarlo bastante intolerable, pero los que creían que
era una cárcel podrían decidir que, en realidad, es sorprendentemente
confortable». Con inteligencia, Lewis usó este contraste para ilustrar que
nuestra perspectiva de la vida depende de las expectativas. Señala: «Si piensas
que el propósito de este mundo es hacernos felices, lo hallarás bastante
intolerable; si lo consideras un lugar para capacitarnos y corregirnos, no es
tan malo».
A veces, esperamos que la vida sea una
existencia feliz y libre de angustias. Pero la Biblia no enseña esto. Para el creyente,
este mundo es un sitio para crecer espiritualmente mediante experiencias a
veces buenas y otras veces desagradables. Jesús fue realista cuando les explicó
a sus discípulos qué debemos esperar en la vida: «En el mundo tendréis
aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). Al enfrentar las
bendiciones y los dolores de la vida, podemos tener la paz interior de saber
que Dios está orquestando los acontecimientos según su plan soberano.
La presencia de Cristo en nuestra vida nos permite tener ánimo (Juan 16:33 nvi) aun en medio de la angustia.