En
marzo del 2011, un devastador maremoto azotó Japón, y se llevó casi 16.000
vidas al arrasar pueblos y aldeas a lo largo de la costa. La escritora y
poetisa Gretel Erlich visitó ese país para ser testigo de la destrucción y
documentarla. Cuando se sintió incapaz de reportar lo que veía, escribió un
poema sobre la situación. Más tarde, en una entrevista, declaró: «Mi viejo
amigo William Stafford, un poeta ya fallecido, señalo: “Una poesía es una
urgencia del espíritu”».
En la
Biblia, encontramos que la poesía se utiliza para expresar una emoción
profunda, que va desde una alabanza gozosa hasta una pérdida angustiosa. Cuando
el rey Saúl y su hijo Jonatán murieron en la batalla, la tristeza abrumó a
David (2 Samuel 1:1-12), quien derramó su alma en un poema titulado Cántico del
arco: «Saúl y Jonatán, amados y queridos; inseparables en su vida, tampoco en
su muerte fueron separados […]. ¡Cómo han caído los valientes en medio de la
batalla! […] Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy
dulce…» (vv. 23-26).
Cuando enfrentamos «una urgencia del espíritu», sea triste o alegre, nuestras oraciones pueden ser un poema al Señor. Aunque nos resulte difícil articular lo que sentimos, nuestro Padre celestial oye nuestras palabras como una expresión verdadera del corazón.