Siempre he pensado que podría
superar casi cualquier situación si el Señor me anticipara el resultado. No
dudo de que «todas las cosas […] ayudan a bien» (Romanos 8:28), pero me iría
mucho mejor durante los tiempos difíciles si supiera exactamente qué aspecto
tiene el «bien».
Sin embargo, por lo general, Dios no nos muestra adónde nos
está llevando, sino que solo nos pide que confiemos en Él. Es como conducir un
automóvil durante la noche. Las luces nunca alumbran el trayecto completo hasta
nuestro destino, sino que iluminan solo unos 50 metros al frente. Pero esto no
nos desamina a continuar avanzando, ya que confiamos en ellas. Lo único que en
realidad necesitamos es suficiente luz para seguir adelante.
La Palabra de Dios es como las luces delanteras en momentos
oscuros. Está llena de promesas necesarias para que nuestra vida no caiga en la
zanja de la amargura y la desesperación. Su Palabra promete que Él nunca nos
dejará ni nos desamparará (Hebreos 13:5). Nos asegura que sabe lo que tiene
pensado para nuestra vida: planes de paz y no de mal, para darnos el fin que
esperamos (Jeremías 29:11). Y también nos dice que el objetivo de las pruebas
es convertirnos en personas mejores, no amargadas (Santiago 1:2-4).
Así que, la próxima vez que te parezca que estás conduciendo en la oscuridad, recuerda que debes confiar en tu luz delantera: la Palabra de Dios te iluminará el camino.
No tropezarás en la oscuridad si caminas a la luz de la Palabra de Dios.
(RBC)