Según los expertos en detección de mentiras,
«nuestra tendencia natural es confiar en la gente». Sin embargo, no todas las
personas son confiables todo el tiempo. Algunas señales de que alguien podría
estar mintiendo son nerviosismo, falta de contacto ocular y notorias pausas al
expresarse. Aun con estas pistas, los expertos advierten de que sigue siendo
difícil distinguir entre los mentirosos y las personas sinceras.
Josué necesitaba saber si podía confiar en los
gabaonitas. Cuando estos supieron que Dios quería que él se deshiciera de
algunas naciones vecinas (Josué 9:24), simularon ser de una tierra lejana.
Llegaron con túnicas desgastadas y sandalias remendadas, diciendo: «nuestros
vestidos y nuestros zapatos están ya viejos a causa de lo muy largo del camino»
(v. 13). Los israelitas sospecharon (v. 7), pero «no consultaron al Señor» (v.
14); entonces, de manera insensata, Josué hizo un tratado de paz con aquellos
engañadores.
Muchos quieren ganarse nuestra confianza: vendedores, consejeros financieros o familiares alejados. Si nos preguntáramos: ¿puedo confiar en ti?, no deberíamos decidir precipitadamente ni basados en lo que a nosotros nos parece apropiado. Es mejor buscar el consejo de la Palabra de Dios (Salmo 119:105), de personas sabias (Proverbios 11:14) y de Dios mismo (Santiago 1:5). La sabiduría de lo alto nos ayudará a decidir en quién confiar.
Sentir deseos de adquirir discernimiento es el método de Dios para inducirnos a orar. (RBC)