Todos los años, el Palacio del Maíz, en
Mitchell, Estados Unidos, exhibe hermosos murales: aves volando, carruajes
Conestoga camino al Oeste, tipis de los aborígenes norteamericanos y escenas
rurales. No obstante, esos murales tienen una particularidad: están hechos de
maíz, semillas y hierbas. Los que se exhiben al aire libre se reemplazan cada
año; en parte, porque las aves hambrientas los comen.
Jesús relató una parábola sobre las aves y las
semillas: «¡Oíd! He aquí, el sembrador salió a sembrar; y aconteció que al
sembrar, una parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se
la comieron» (Marcos 4:3-4). Otra semilla cayó en suelo rocoso y con espinas, y
se secó (vv. 5-7), pero una parte cayó en terreno fértil y dio abundante fruto
(v. 8).
Jesús explicó que, cuando las personas que están junto al camino oyen la Palabra de Dios, «en seguida viene Satanás y quita la palabra que se sembró en sus corazones» (v. 15). El diablo odia el evangelio y trata de impedir que la gente crea la buena noticia. A menudo, insta sutilmente a los oyentes para que pospongan una decisión u olviden lo que oyeron. Para contrarrestar esto, cuando testificamos, debemos orar al Señor de la cosecha y pedirle que haga que su Palabra se arraigue en los corazones receptivos.
Nosotros plantamos la semilla y Dios produce la cosecha. (RBC)