Willard S. Boyle, premio Nobel de física, fue
el co-inventor del «ojo electrónico» de la cámara digital y del telescopio
Hubble. Un día, quería comprar una cámara nueva y fue a una tienda en Halifax, Nueva
Escocia. El vendedor trató de explicarle la complejidad de la cámara, pero se
detuvo porque le pareció que era demasiado complicado para que lo entendiera.
Entonces, Boyle le dijo sin rodeos: No hace falta que me explique. Yo la
inventé».
Después que Dios permitió que Satanás probara a
Job quitándole su familia, su salud y sus posesiones (Job 1–2), este maldijo el
día de su nacimiento (cap. 3). En los capítulos siguientes, Job se cuestionó
por qué Dios permitía que tuviera que sufrir tanto. Entonces, con franqueza
divina, el Señor le recordó que Él había «inventado» la vida y creado el mundo
(caps. 38–41), y lo invitó a reconsiderar lo que había dicho. Al dirigir la
atención a su poder soberano y profunda sabiduría, exhibidos en toda la tierra
(38:4-41), expuso la ignorancia tremenda de Job.
Si somos tentados a decirle a Dios cómo debe ser la vida, ¡recordemos que Él la inventó! Que el Señor nos ayude a reconocer humildemente nuestra ignorancia y a descansar en Él, el Creador del universo.
Entender a Dios es imposible, pero adorarlo es un imperativo. (RBC)