Los antiguos habitantes de la nación de
Axum (ubicada en las inmediaciones del Mar Rojo, en la actual Etiopía)
descubrieron que los vientos tormentosos de la temporada monzónica podían
aprovecharse para navegar velozmente con velas. En vez de temer a los vientos
huracanados y a las lluvias, aprendieron a capear la tormenta.
El Salmo 107 describe maravillosamente
la forma en que Dios permite que las tormentas se crucen en nuestro camino,
para luego brindarnos ayuda para navegar en medio de ellas: «Porque habló, e
hizo levantar un viento tempestuoso […]. Y los libra de sus aflicciones» (Salmo
107:25, 28).
Confiar en Dios en tiempos de
dificultad es un tema bíblico. Hebreos 11 menciona a muchos que utilizaron sus
problemas como una oportunidad para ejercitar la fe y experimentar la gracia,
la provisión y la liberación divinas: «… por fe conquistaron reinos, hicieron
justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos
impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad» (vv. 33-34).
Las circunstancias tormentosas son
inevitables. Aunque nuestra primera reacción quizá sea huir del problema, en su
lugar, podríamos pedirle a Dios que nos enseñe a confiar en Él para navegar en
medio de la tormenta.