Muchos estudiantes de escuela secundaria que
padecen autismo o síndrome de Down se sienten excluidos e ignorados. Suelen
comer solos en una cafetería llena de gente, porque los otros alumnos no saben
cómo relacionarse con ellos o, simplemente, no tienen interés en hacerlo. Para
ocuparse de esta necesidad, la fonoaudióloga Barbara Palilis inició un programa
llamado «Círculo de amigos», donde vincula a los alumnos con discapacidades con
el resto de sus compañeros para que coman juntos y participen de actividades
sociales. A través de esta iniciativa, tanto unos como otros siguen
enriqueciéndose, cambiando interiormente y adoptando las virtudes de la
aceptación, la amistad y la comprensión.
La inclusión forma parte de la esencia del
evangelio de Cristo. «Pero Dios, que es rico en misericordia, […] aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia
sois salvos)» (Efesios 2:4-5). Por medio de la fe en Él, nosotros «que en otro
tiempo [estábamos] lejos, [hemos] sido hechos cercanos por la sangre de Cristo»
(v. 13).
Nuestra posición privilegiada como miembros de la
«familia de Dios» (v. 19) debería darnos ojos para ver y corazones para
interesarnos en aquellos que nos rodean y que se sienten solos e ignorados. Si
cada uno de nosotros le extendiera hoy una mano de amistad e interés a alguien,
¡qué diferencia produciría en todos!