Viajar en autobús desde Memphis,
Tennessee, hasta Saint Louis, Missouri, en los Estados Unidos, lleva
habitualmente unas seis horas… a menos que el chofer te deje varado en una
gasolinera. Esto les sucedió a 45 pasajeros que esperaron 8 horas durante la noche
hasta que llegó otro conductor para reemplazar al que los había abandonado. Sin
duda, estarían frustrados por el retraso, ansiosos por saber qué sucedería e
impacientes para que los rescataran.
Tal vez José sintió lo mismo cuando
terminó preso por un delito que no había cometido (Génesis 39). Abandonado y
olvidado por todo ser humano que pudiera ayudarlo, estaba varado. Sin embargo,
«el Señor estaba con José y le extendió su misericordia, y le dio gracia» (v.
21). Con el tiempo, el carcelero lo puso a cargo de los presos, y todo lo que
José hacía «el Señor lo prosperaba» (v. 23). No obstante, aunque Dios estaba
presente y lo bendecía, siguió preso durante años.
Quizá estés varado en la sala de un
hospital, en una celda, en un país lejos de tu casa o en tu propia cárcel
interior. Independientemente de dónde estés o de cuánto hayas estado allí, la
misericordia y la gracia de Dios pueden alcanzarte. Como Él es el Todopoderoso
(Éxodo 6:3) y está en todas partes (Jeremías 23:23-24), es capaz de protegerte,
promoverte y sustentarte cuando pareciera que nadie puede ayudarte.
Dios está presente… aun cuando nos parece que no. (RBC)