En la época medieval, los granjeros cuidaban
sus cultivos hasta que aparecía un enemigo en el horizonte. Entonces, huían con
sus familias a su ciudad fortificada, para protegerse de los merodeadores.
La ciudad de Carcassonne ha sido un refugio
durante generaciones. Construida en el siglo v a.C., esta fortaleza rocosa ha
brindado protección a romanos, galos, visigodos, francos y franceses. Su enorme
tamaño y sus majestuosas atalayas y almenas hacían que quienes se resguardaban
dentro de sus muros protectores se sintieran confiados.
Como creyentes, podemos refugiarnos en la
presencia de nuestro Dios viviente. El libro de Proverbios afirma: «El nombre
del Señor es torre fuerte, a ella corre el justo y está a salvo» (Proverbios
18:10 lbla). «El nombre del Señor» se refiere al carácter de Dios: excelso en
fidelidad, poder y misericordia. El término salvo significa «colocado en las
alturas, fuera de peligro».
Ocasionalmente, todos enfrentamos amenazas que hacen que queramos correr para refugiarnos. Algunos buscan seguridad en la riqueza material o en las relaciones interpersonales. Pero el seguidor de Cristo tiene un refugio más seguro. Nuestra máxima protección se encuentra en Dios, por sus cualidades inherentes y lo que puede hacer por nosotros. Si hoy enfrentas alguna amenaza, acude al Señor, una torre fuerte. Hallarás protección bajo su cuidado.