¿Podemos nosotros saber determinar de verdad
si las circunstancias de la vida son buenas o malas?
Por
ejemplo, tu automóvil se rompe justo antes de sacar a pasear a tu familia. Pero
cuando lo llevas al taller, el mecánico te dice: «Menos mal que no saliste a la
ruta con este coche. Podría haberse incendiado». ¿Esa situación es mala debido
al inconveniente o es buena porque Dios los protegió?
O
quizá tu hija decide dedicarse a algo que a ti no te interesa mucho. Querías
que jugara al baloncesto o que compitiera en atletismo en la escuela
secundaria, pero ella deseaba cantar y tocar el oboe. Te frustras, pero la
muchacha sobresale en lo que hace y termina consiguiendo una beca para estudiar
música. ¿Eso es malo porque no se cumplieron tus sueños o es bueno porque Dios
la guió por senderos que tú no podrías haber anticipado?
A
veces, es difícil ver cómo está obrando Dios. Sus misterios no siempre nos
revelan Sus secretos, y nuestro viaje suele ser redirigido por desvíos
incontrolables. Tal vez Dios nos esté mostrando una ruta mejor.
Para
asegurarnos de que las circunstancias aparentemente malas nos benefician,
debemos reconocer el «gran amor» (Salmo 13(12):5 NVI) de Dios y confiar en él.
Al final, podremos decir: «Canto salmos al SEÑOR. ¡El SEÑOR ha sido bueno
conmigo!» (Salmo 13(12):6 NVI).
Quizá no podamos
controlar las circunstancias, pero sí nuestra actitud frente a ellas. (RBC)