Las historias desgarradoras no dejan de
ocurrir. El amigo cuya hija ha abandonado a su esposo e hijos; los padres que
acabo de conocer y que perdieron a sus hijos adolescentes en accidentes
automovilísticos; Alguien cuyos años de jubilado han estado marcados por una
serie de malas noticias sobre su salud. Tú conoces las historias. Incluso, tal
vez tengas la tuya.
¿Dónde buscamos ayuda cuando las luchas
y las angustias amenazan con sacudir nuestra fe y robarnos el último granito de
gozo?
Examina lo que nos dice ese versículo:
Pablo alaba a Dios en dos aspectos (y recuerda que él tuvo más luchas y
problemas de lo que la mayoría de nosotros podría soportar). En primer lugar,
simplemente alaba al Señor, el cual no es solo nuestro Dios, sino el Dios y
Padre de Jesús. ¡Piensa en el poder y el amor que yacen detrás de eso!
Después, nos da una noticia aun mejor:
Nuestro Padre celestial es el Dios de misericordia y compasión. Se ocupa de
nosotros con un amor bondadoso y eterno. Y hay más: Él es también el Dios de
toda consolación.
¿Necesitas compasión? ¿Necesitas
consuelo? Acude a Dios, ya que tiene una provisión inagotable y está pronto
para derramarla abundantemente sobre ti. ¡Él es lo que necesitamos en los
momentos difíciles!
Los susurros consoladores de Dios ayudan a acallar el ruido de nuestras pruebas. (RBC)