A algunas personas les encanta salir de
compras. Tienen un deseo permanente de comprar, comprar, comprar. El frenesí de
encontrar la mejor oferta es un fenómeno global. En todas partes del mundo, hay
enormes centros comerciales. El incremento de las compras en tiendas y por
Internet lo demuestra.
Comprar puede ser divertido. Sin duda,
no tiene nada de malo tratar de hacer un buen negocio y disfrutar de lo que
Dios nos ha dado. Pero cuando obtener bienes materiales se convierte en una
preocupación, perdemos el objetivo.
Jesús desafió a sus oyentes con estas
palabras: «Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no
consiste en la abundancia de los bienes que posee» (Lucas 12:15). Después,
relató una parábola sobre un hombre «que hace para sí tesoro», pero al que no
le interesa su relación con Dios (v. 21).
¿Cómo podemos estar satisfechos con lo
que tenemos y no preocuparnos por acumular más? Aquí hay algunas sugerencias:
Considerar los bienes materiales como regalos de Dios para que los usemos
sabiamente (Mateo 25:14-30); trabajar con dedicación para ganar y ahorrar
dinero (Proverbios 6:6-11); dar para la obra del Señor y a los necesitados (2
Corintios 9:7; Proverbios 19:17); y recordar siempre ser agradecidos y
disfrutar de lo que Dios da (1 Timoteo 6:17).
Ser rico en Dios es muchísimo mejor que enriquecerse con posesiones. (RBC)