El Dr. Deb Roy, investigador en ciencia
cognitiva del Instituto Tecnológico de Massachusetts, registró los primeros
tres años de la vida de su hijo para aprender cómo adquieren el lenguaje los
seres humanos. Junto con su esposa, equiparon su casa con dispositivos de
grabación, los cuales usaron para compilar más de 200.000 horas de material de
audio y video. Después de acumular, resumir y editar las grabaciones, pudieron
oír que sonidos emitidos por el bebé, tales como «gaga», se convirtieron en
palabras, como «agua».
Si alguien quisiera desarrollar un proyecto
de investigación en tu casa, ¿participarías si supieras que cada sílaba que
pronuncies se registrará y analizará? ¿Qué revelaría ese estudio? Proverbios 18
brinda conceptos profundos sobre algunos de los patrones insensatos del
lenguaje. El escritor señala que los necios expresan sus opiniones en vez de
tratar de entender lo que los demás quieren decir (v. 2). ¿Esta actitud nos
caracteriza? A veces, ¿provocamos peleas con nuestras palabras (vv. 6-7) o
hablamos impulsivamente y respondemos alguna «palabra antes de oír» (v. 13)?
Es necesario que nos convirtamos en
estudiosos del lenguaje. Con la ayuda de Dios, podemos identificar un diálogo
destructivo y transformarlo en una palabra de estímulo «que sea buena para la
necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes» (Efesios 4:29).
Nuestras palabras
tienen poder para edificar o para destruir. (RBC)