Aunque trato de que lo que veo en la
actualidad no me perturbe, me tomó desprevenido el mensaje en la camiseta de
una mujer que pasó a mi lado en un centro de compras. Las letras resaltadas
declaraban: «Solo los imbéciles tienen esperanza». Sin duda, ser iluso o
crédulo puede tornarse insensato y peligroso. La frustración y el
quebrantamiento pueden ser el resultado trágico de un optimismo infundado. Pero
carecer de esperanza es una perspectiva triste y cínica de la vida.
La esperanza bíblica no tiene comparación; es
una confianza plena en Dios, y en su obra en el mundo y en nuestra vida. ¡Todos
necesitamos algo así! El escritor a los hebreos explicó claramente la
importancia de la esperanza: «Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de
nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió» (Hebreos 10:23).
Tener la clase de esperanza de la que habla
la Biblia no es una insensatez, porque tiene un fundamento sólido. Nos
aferramos a la esperanza que recibimos en Cristo porque nuestro Dios es fiel.
Podemos confiarle todas y cada una de las cosas que enfrentemos, tanto en el
presente como para la eternidad. Nuestra esperanza está cimentada en el
carácter confiable de Dios, que nos ama con amor eterno. Así que, aquella
camisa estaba equivocada. La esperanza no es para los imbéciles, ¡sino para ti
y para mí!