Muchas
cosas se disputan nuestro afecto, tiempo y atención, y parece que siempre
necesitáramos evaluar en dónde se enfoca nuestra vida. Josué les dijo a los israelitas
que debían dirigir su afecto y adoración a Dios solamente (Josué 24:14), y
estableció una diferencia significativa con la adoración a los ídolos que
practicaban las naciones circundantes. Esos ídolos eran de metal y tan solo
obra de manos de hombres (Salmo 115:4). Comparados con el Señor, carecían
totalmente de poder. Por lo tanto, el pueblo de Dios fue exhortado a hallar
seguridad en Él y no en otros dioses (Jueces 10:13-16). Jesús lo reiteró al
referirse a los mandamientos: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y
con toda tu alma, y con toda tu mente» (Mateo 22:37).
El
Señor es nuestra única ayuda y escudo (Salmo 115:9). Adorémoslo a Él solamente.
Dios se merece todo nuestro amor. (RBC)