La
historia de Enrique es alentadora para quienes oramos y esperamos. Él
permaneció «[constante] en la oración» y esperó con paciencia (Romanos 12:12).
El
autor del Salmo 130 experimentó lo que significa esperar en oración. Declaró:
«Esperé yo al Señor, esperó mi alma» (v. 5). Encontró esperanza en Dios porque
sabía que «en el Señor hay misericordia, y abundante redención con él» (v. 7).
El
autor Samuel Enyia escribió sobre el tiempo del Señor: «Dios no depende de
nuestro tiempo. Nuestro tiempo es cronológico y lineal, pero Dios […] es
atemporal. Actuará cuando se cumpla el tiempo establecido por Él. Nuestra
oración […] no necesariamente apresura al Señor para que actúe, pero […] nos
coloca en comunión con Él».
¡Qué
privilegio tener comunión con Dios en oración y esperar la respuesta hasta que
el tiempo del Señor se haya cumplido!
Dios
tal vez demore en contestarnos, pero nunca frustrará nuestra confianza. (RBC)