Nosotros también somos hijos dependientes,
supeditados a nuestro Padre celestial. ¿Qué necesitamos de Él que no podamos
proveernos solos? «… en él vivimos, y nos movemos, y somos…» (Hechos 17:28). Él
nos da incluso el aire que respiramos. También suple nuestras necesidades «…
conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19).
Necesitamos que nuestro Padre nos dé paz en
las dificultades (Juan 16:33), amor (1 Juan 3:1) y ayuda en momentos de
necesidad (Salmo 46:1; Hebreos 4:16). Él da victoria sobre la tentación (1
Corintios 10:13), perdón (1 Juan 1:9), propósito (Jeremías 29:11) y vida eterna
(Juan 10:28). Sin Él, «nada [podemos] hacer» (Juan 15:5); y de Él, «todos hemos
recibido gracia sobre gracia» (Juan 1:16 NVI).
No pensemos que somos totalmente
independientes, porque no es así. El Señor nos sostiene día a día. De muchas
maneras, tenemos tanta necesidad como un bebé recién nacido.
Depender de Dios no
es debilidad, sino reconocimiento de Su fortaleza. (RBC)