Cuando el cantante de música country George
Jones murió a los 81 años, sus admiradores recordaron su voz extraordinaria,
sus luchas personales y su vida difícil. Si bien muchas de sus canciones
reflejaban sus anhelos y desesperanza, lo que conmovía profundamente a la gente
era su manera de interpretarlas. Un crítico de música de un periódico declaró:
«Su voz estaba hecha para expresar un corazón quebrantado».
El libro de Lamentaciones registra la
angustia de Jeremías ante la empedernida negativa de la nación de Judá a seguir
a Dios. Llamado con frecuencia «el profeta llorón», fue testigo de la
destrucción de Jerusalén y del traslado de su pueblo al cautiverio. Vagaba por
las calles de la ciudad, abrumado de tristeza (Lamentaciones 1:1-5).
No obstante, en su hora más oscura, declaró:
«Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia
del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.
Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad» (3:21-23).
Ya sea que suframos por culpa nuestra o por
las decisiones de otros, la desesperación puede amenazar con abrumarnos. Cuando
todo parezca perdido, podemos aferrarnos a la fidelidad del Señor: «Mi porción
es el Señor, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré» (v. 24).