Hay varias cosas que me intrigan sobre
Jesús. Uno de los aspectos de su ministerio que siempre me sorprende y
desconcierta es su enseñanza contrapuesta sobre la vida.
A medida que transitamos nuestra
existencia, quizá llegamos a un punto donde creemos que sabemos todo, y
nuestras perspectivas y reacciones para enfrentar la vida están profundamente
arraigadas. Sin embargo, Jesús interrumpe nuestra rutina y nos llama a proceder
de una manera novedosa y mejor. Pero ¡cuidado! Este encuentro con sus caminos
puede ser un desafío.
Considera estas paradojas: para vivir
debes morir (Marcos 8:35); para ganar debes dar (Mateo 19:21); «bienaventurados
los que lloran» (5:4); para gobernar debes servir (Lucas 22:26); y el
sufrimiento tiene un propósito (5:10-11).
Declaraciones como estas hacen que la
gente piense que Cristo está extrañamente fuera de foco. Pero los desenfocados
somos nosotros. ¡Él no está al revés, sino nosotros! Somos como los hijos que
piensan que saben más que sus padres sobre qué es mejor.
Con razón, Dios nos dijo: «Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos»
(Isaías 55:8). Así que, en vez de basarnos en nuestros instintos confusos,
pidámosle al Señor que nos ayude a reflejar sus caminos.